La demografía y las constituciones del 79 y 93
Entre las constituciones de 1979 y 1993 transcurrieron 14 años, y 18 años entre esta última y las recientes elecciones presidenciales. Los votantes de la Asamblea del 79 y del Referéndum por la constitución de 1993 no son los mismos que los que participaron en las elecciones en donde se eligió a Humala; mejor dicho, quedan muchos menos. En el cuadro siguiente se puede observar la composición de la población que estuvo obligada a votar en teoría (18 a 70 años) en este año. 51% son personas que no tenían la edad para votar en 1993 y por tanto no pudieron emitir una opinión sobre la constitución creada en ese año; 28% sí votaron en 1993 pero no en 1979; y 22% son personas que sí pudieron votar en 1979 y 1993.
Dado que el 51% de la población actual de 18-70 años no pudo votar en 1993 y una mayoría del 22% de esa población votó por la constitución de 1979, es entendible que hayan opiniones en busca de una nueva constitución o de cambios en la actual. Asimismo, estos números significan que la mayor cantidad de votantes actuales no ha podido ejercer su opinión en el pasado. También es cierto que el 49% de la población de 18-70 años pudo ejercer su voto en 1993 y terminó aceptando la constitución de ese año, pero hay que señalar que el margen de diferencia entre el Sí y No fue reducido: de solo 347 mil votantes (fuente: blog de Fernando Tuesta). Aplicando una medida de mortalidad simple entre los años 1993 y 2011, esta diferencia se reduce a sólo 250 mil personas de hoy. Esto significa que si hubiera un referéndum para cambiar la constitución actual cualquier resultado sería posible; no hay nada que asegure que las personas se aferrarán a la constitución de 1993.
En el año 2016 -cuando el Gobierno de Humala finalice- habrá 19.9 millones de posibles votantes, de los cuales 60% no habrían tenido voz en el Referéndum del 93. ¿Me pregunto si en ese año seguirá persistiendo la defensa cerrada de la constitución de Fujimori? Asimismo, y no es una diferencia menor, la constitución de 1993 nació con el apoyo de una dictadura y la de 1979 nació para la democracia. No se trata tampoco de retomar íntegramente la constitución de 1979 pero sí de hacer cambios importantes en la constitución que tenemos. El mundo ha cambiado mucho; así como el muro de Berlín cayó en 1989, la crisis financiera global de hace dos años y la que se está formando este año también marcan limites al capitalismo global de hoy. Los derechos humanos, la distribución del bienestar, la preocupación por el medio ambiente son conceptos que hace 30 años eran menos importantes para los ciudadanos o en todo caso no formaban parte de las primeras necesidades a satisfacer.
Hoy en día Perú tampoco es el mismo que antes, y para tener una idea de ello podemos ver los siguientes datos demográficos con la ayuda de los censos de población, que coincidentemente se han realizado en años cercanos a los de las constituciones:
El Perú es un país menos rural, entre 1980 y el 2010 la población rural decreció de 36% a 27%; se ha reducido el analfabetismo y satisfecho las necesidades básicas de más personas, aunque las cifras están aún lejos de lo ideal. En educación también se ha avanzado, hay más gente con estudios superiores, aunque las cifras no nos dicen nada sobre la calidad. Se tienen muchos menos hijos que antes: de 5.4 por mujer en 1980 a 2.4 en el 2010. Estos números gruesos tampoco nos dicen nada sobre la distribución de los beneficios del desarrollo, y creo que ahí está el factor que no ha mejorado o no ha mejorado como las personas esperaban. Pero lo que estas cifras sí dicen es que las características del peruano de hoy son distintas a las del peruano de hace 30 años, y por tanto son también distintas sus preferencias y aspiraciones. Una nueva constitución no va a satisfacer estas aspiraciones directamente, pero debería crear el marco para que las personas las realicen y no limitar su consecución. Una constitución reformada debería dar voz a los que no la tuvieron, tomar en cuenta la nueva situación del país, promover una mejor distribución del bienestar y en la medida de lo posible debe ser lo suficientemente flexible y abierta para incorporar lo que tengan que decir las próximas generaciones.